Dolores Vázquez

 Después de mi viaje a Budapest y recién llegado de Jerusalén, por fin en Madrid. Y me encuentro con el caso Vanninkhof y el documental sobre la figura de Dolores Vázquez. Una injusticia por dónde se mire que no tiene más culpables que la propia investigación que apunta directamente a la policía, guardia civil, fiscalía, jueces y Ministerio de Interior. Rodeado de homofobia, tabúes, machismo, algo que ya comparte, afortunadamente, una mayoría, porque lo ve un ciego. A mí me interesa otra cuestión y que quiero depurar. Claro que Alicia Hornos sigue enamorada de Loli, faltaría más. A su manera, neurótica, asfixiante, oportunista, histriónica, tóxica. Su vecina culta, bien situada económicamente, sola, independiente, resolutiva, capaz de afrontar la vida por sí misma, dentro y fuera de España. Es el retrato de una mujer, Dolores Vázquez. Muy diferente de Alicia que, para empezar, necesitó un hombre a su lado que le allanara el camino, un pantalón y el sobre todos los meses. Así cualquiera, rica. En la vida real, al margen de este caso, he podido observar con frecuencia el aprovechamiento sobre la lesbiana sola, con dinero, pero sola, y la típica familia heterosexual, que tira el anzuelo y barre para casa, recayendo el cuidado, la responsabilidad y economía de dos hogares a la vez, por parte del "hombrecito". Y no pongan el grito en el cielo, de manera hipócrita, porque es así. La lesbiana es Superman, y para ser aceptada tiene que parecerlo. "Loli me ayudó mucho". Dolores Vázquez echaba los hígados por la boca, porque además de su trabajo, clientes, agenda, responsabilidades, aún le quedaba tiempo de educar, limpiar, bañar, dar de cenar a unos niños que no eran sus hijos y acostarlos. Pasear a Alicia Hornos, una vida idílica de viajes, hoteles, restaurantes, caprichos y una cama caliente. La señora bien servida, como para no estar contenta, encima. Y apechugando con el resto de parentela, las necesidades de otros, porque siempre fue de mano abierta, desde préstamos, regalos, ayudas y cantidades de dinero a fondo perdido, "déjalo, no hace falta que me lo devuelvas". No era una amiga, era un "chupe", un "chollo". Ocurre una desgracia y mira por dónde, no puede ser otra que la depravada, la que no parió, la puta bollera. Todos sabemos que una mujer qué "cumple", ha sido agujereada por un pene, ha parido, amamantado a sus criaturas, si tiene amores con una o varias mujeres es vista con más condescendencia, es "normal", ha pasado por el aro antes en el sistema patriarcal, encima lleva coleta, melena, pendientes, maquillaje, una sarta de "conachadas", que decimos los gallegos, las malditas y absurdas etiquetas. En esta historia, la mujer, Alicia Hornos, la femenina, choca de pleno con el elemento discordante, el macho pilongo, lo masculino, Dolores Vázquez. Así piensa el sistema, colegas, ni más, ni menos, todavía. Siempre creí desde el minuto uno en la inocencia de Dolores Vázquez, y hace veintidós años escribí columnas y artículos sobre el tema, a su favor. Lo que me resulta asqueroso, inmoral, que se siga permitiendo aparecer en los medios a la fantoche de Alicia Hornos manteniendo con total desvergüenza, cinismo, "que no tiene ninguna duda de que la asesina de Rocío es la propia Dolores Vázquez", habiendo una sentencia, un culpable en la cárcel, Tony Alexander King. Es querellable. Para rematar, ese impresentable de fiscal, Francisco Montijano: "Nos equivocamos, pero no le pediría perdón". Es de mortero o de monedero. No sabemos los gustos en la cama de este "engendro". Con esta contestación me proporciona demasiadas pistas, aunque no voy a hacer conjeturas. Se ponga o no los camisones de su mujer, los ligeros o el sujetador, es evidente que la inocencia de una "tortillera" ha herido su ego y pateado los cojones, todo un mazazo entre las piernas. Debería existir indemnización, tranquilos, no la habrá. Aquí falló su abogado por presentar documentación fuera de plazo. Otro error garrafal del que no se habla. Hoy escuché que Dolores Vázquez resultó "floja" en el documental, que debió explayarse más, echar leña al mono. La elegancia siempre le caracterizó, el porte, las buenas formas, la educación. No es un animal de circo, de feria, nada en ella es vulgar, soez. Quiere vivir en paz, olvidar, recuperar la reputación arrancada a dentelladas, descansar, tener voz. Me duele en el alma su calvario, jamás la sentí fría, distante, calculadora, al contrario, la percibo cálida, tierna, sensible, inteligente, una gran señora, de la cabeza a los pies.

Imagen: Archivo Málaga/informacion.es



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