El puchero

 Preparen sus apuestas, es tiempo de pucheros sustanciosos, para estómagos con síndrome de borrachera de tasca. Tocino, chorizo a granel, de postín, para pollos postineros que fuman en puros gordos como centollos rodeados de comparsas. Cinco y acción, estamos rodando. Los Reyes Magos ya pasaron de largo vacunados, como era menester, faltos de poderes, los recortes afectan a la magia, cosa chunga, con destino Marbella. De aquí a Oriente Medio, que la agenda aprieta y son muchos los pactos para este año veintiuno que suma cinco. Y es que el mundo gira deprisa, familia, y después de la castaña del Capitol, dónde todos acudieron a la cita con sus mejores galas e invitación, las vallas se retiraron para tal honor; rostros conocidos, apacibles, sonrientes, repartiendo abrazos, chistes, palmaditas en la espalda, probando sofás, despachos, alegremente, con buena disposición, mientras el catering se servía a gusto. Llegó la hora del relevo, esperado para unos y temido para otros. No se inquieten, tengan paciencia, ambos candidatos la tuvieron, Biden y Trump. Los veremos juntos por las playas de Jamaica dando pan a los cocodrilos. En otras tomas y rodajes, claro. Han sido cuatro años de enérgicas promesas, discursos acalorados, alguna detención sin pena ni gloria, sin guerras, y lo más importante, ningún pez gordo en Guantánamo. Queridos, preciosos míos, el cinemascope es así. Acuérdense de policías y ladrones. A mí me tocaba siempre ser la pasma, el madero, porque era el que más corría de la clase. Pocas veces el ladrón, el caco, pero, también. A fin de cuentas, los mismos. Los mismos perros con distintos collares, amigos. Oh, aquí lo ven, es cierto. Todos nos pusimos en la misma piel. Pero cuando esa piel es de bisonte nos resulta ajena y los métodos de observación y deducción se caen, hacen aguas, nos meamos en la butaca. El incesante ruido mientras se prepara lo verdaderamente importante, el Foro de Davos, porque Biden quedaba, fijo, este era el pacto, una de cal y otra de arena. Las ovejitas ilusionadas con unos y con otros, las comparsas, siempre bien pagadas para meter, malmeter, añadir o quitar. No vayan a imaginar que trabajan gratis. Hasta la última plañidera, muertos que resucitan, que son actores, figurantes, el fiera desde un micrófono de la cadena que sea, el que maquillan delante de la cámara para un noticiero; y los youtubers, algunos, principiantes, primerizos, con sus pequeñas nóminas y publicidad añadida, por contrato, también, mentecatos, o qué se creían. Claro, jauja, solidaridad, altruismo, buen rollito, y una leche, para nada. Ahora que lo saben, ahora que continúan sin creerlo, por supuesto, el sistema no es ningún mequetrefe, gasta mucho dinero, aunque deje pistas, cagadas o nudos a medio hacer. En última instancia todo tiene arreglo, todo está comprado. Como les decía, la cita en Davos, lo mismo de lo mismo, niquelado, depurado, y como el tema ya aburre, les pregunto, con afirmaciones: van a seguir quemando sus vidas, desgastándose, en una lucha donde no tienen el control, no, no lo tienen. Lo tienen en su propio mundo, ese pequeño reducto individual, apasionante, acotado al crecimiento, a la zona íntima e intransferible, el espíritu, el suyo, el mío, el de cada uno de nosotros. Que de esto trata la vida, simple, lo sé, pero más apasionante que todos esos gánsteres en acción. Menos peliculero, es verdad, pero dotado de autenticidad, con dosis de alegría gratuita y mucho más cerca de la felicidad. 

Imagen: Foro de Davos 2021/EFE/EPA/GIAN/EHRENZELLER/Archive/infobae.com




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