Olga Ramos

 Lhardy, en Carrera de San Jerónimo, número ocho, Madrid. Una de mis tías favoritas, fallecida en Vigo, el veinticinco de noviembre de 2018, perteneció a esta gran familia, Lily Temes Lhardy. Con aquél profundo y arraigado acento castizo, forma parte de los recuerdos infantiles tan queridos, de esa niñez, en la que el chotis y el cuplé sonaban por los pasillos de mi casa. Ella y Michi fomentaron la locura de aquellas canciones que con tan solo ocho años cantaba con soltura, creyéndome Pichi. La revista, el cabaret, los conocí a todos, sus representantes, mayores, pero inolvidables. Menos a Celia Gámez, claro. Aparte del resto de géneros musicales, la pasión voraz por tragarme todo tipo de estilos, como una esponja, lo extendí a la literatura y tantos aspectos de la vida. Nací así, qué le vamos a hacer. Les decía que Lily, tan hermosa, sofisticada y elegante, tenía esa "gracia" chulesca de los madriles, por los cuatro costados. Así que, forzosamente, tenía que conocer a Olga Ramos, la reina del cuplé. Y así fue. A ella y a su única hija, Olga. Maravillosas las dos. Pocos saben que Olga Ramos nació en Badajoz, en 1918. Toda la familia, artistas, músicos. Estudió en el Conservatorio de Badajoz, después en el de Madrid, eligiendo como instrumento el violín. Baile y canto con los mejores. Toda la familia vivió en el centro. Primero, en Cardenal Cisneros, después en Modesto Lafuente y finalmente en Sagasta. Como violinista, al terminar los estudios, empieza a actuar en diversos cafés y teatros de Salamanca, Zaragoza, Bilbao, Vigo y Madrid. Tocaba de forma prodigiosa y cantaba. También en el Circo Price. Es en el Universal de Madrid dónde conocerá a su marido, un saxofonista, Enrique Ramírez de Gamboa. Juntos permanecieron en ese café veinte años. Recordemos que, a la par, otro café del mismo nombre lo tuvo Vigo, frente al puerto, el Club Náutico. Fastuoso, magnífico, inolvidable por su arquitectura y dinamismo, dónde coincidirían escritores, poetas, novelistas, bohemios de toda índole. Tras el cierre del Universal, y un tiempo en el teatro Eslava, en 1968 es contratada para El último cuplé, en la calle Palma. Rompe la pana hasta tal punto que es reclamada en México, en 1978. Olga Ramos se hará con el traspaso de este local al que bautizará como Las noches del cuplé. Al piano, Fortunata. Radios, prensa escrita, televisiones, nadie quiere perdérsela, hasta el último gato en Madrid. Políticos, cantantes, actores, directores de cine, los Borbones, todos, asistirán, con un lleno total, en las noches madrileñas. Hasta Gorbachov, Severo Ochoa, Torrente Ballester. La lista es enorme. Después de 31 años, en 1999, Las noches del cuplé, echaba el cierre. Con 81 años, sobre un escenario, la reina del cuplé seguiría invitada para actuaciones en televisión. En 2004, Trinidad Olga Ramos era elegida por el Jurado de los Premios Madrid, para recibir el Premio Toda Una Vida. Ochenta y seis años, dedicados al cuplé, a Madrid, ese género tan arraigado durante el siglo XX en la capital. Por cierto, felicidades a Pilar, este doce de octubre. En Zaragoza lo he pasado de escándalo. Menudos recuerdos. Y antes que marcarme una jota, prefiero un chotis. Aunque mi tía Concha, la de Londres, con 92 años la bailaba de vicio, la aragonesa, delgada como un fideo, alta, y con la ginebra, el cigarro a todas horas, fumaba como un carretero, así llegó longeva, sin una pastilla ni enfermedad, con las piernas hasta arriba, ni Kung Fu, vamos. Y para cerrar, retomando el tema principal. Con ochenta y siete años, Olga Ramos fallecía el veinticinco de agosto del 2005, en San Sebastián de los Reyes, Madrid, dejándonos un poco huérfanos, pero repletos de instantes únicos, iluminando hasta el último rincón, inmortal, como todas las estrellas.

Imagen: Fabien Merell


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