La pasión

 Miguel Bosé, Alejandro Sanz, David Bisbal, Chayanne, Ricky Martin, Luís Miguel, y tantos otros. Solistas o grupos. Siempre resaltando la pasión, el deseo, escozor, entre el público y seguidores. A nivel nacional e internacional. Ellos son deseados por hombres y por mujeres, casi como un eslogan de identidad, forma parte de la dinámica del mercado. La dinámica del macho. Mayor aceptación, más morbo, la cotización aumenta. Por tabú, machismo, censura, ahora se abre el abanico un poco más con ellas, compositoras, cantautoras, cantantes de pop, rock y otros estilos musicales. LP, Vanesa Martín, María Peláez, Lady Gaga, Shakira y muchas más. Pero si alguien ha roto la pana, incendiado cada escenario que pisaba, esa ha sido Rosana Arbelo. La canaria, de Lanzarote, con siete hermanos varones, alta, de bajita, nada, que a los cinco años tocaba la guitarra y a los ocho componía la primera canción, nacida un 24 de octubre, Libra, como Julio Iglesias, Pedro Almodóvar, Rosalía, Pablo Iglesias, Isabel Díaz Ayuso, Goya Toledo, India Martínez, Paco León y Mar Saura. Con veinte años, en Madrid, componía para otros. No daba el salto a grabar un disco porque consideraba que su voz era fea y no gustaría a nadie. Pero lograron convencerla, y en 1996 Lunas Rotas vendía casi dos millones de copias en apenas mes y medio. El milagro solo acababa de comenzar. Miles de conciertos y millones de discos vendidos acumula a la espalda. Vamos a calentar la butaca. Si alguien ha conseguido enamorar a las mujeres, de todas las edades y condición, llevárselas de calle, vamos, esa es Rosana. Solteras, casadas o divorciadas. Sus letras, al amor, llenas de triste o amarga realidad, verdadera poesía, magia. Rosana Arbelo se entrega totalmente, deja la piel, el alma entera. Las mujeres, frente a la pasión, rara vez se cortan, agradecidas, seducidas, se tiran al ruedo, a sus pies. Arrastra multitudes, legiones de incondicionales. Imposible quedarse frío, indiferente, ante el furor, calor, sudor, pasión, locura, que la compositora transmite. Da lo mismo lo que le pongan delante, un estadio, una plaza de toros, lo que sea. Es inquieta, no para, como un motor a reacción, moja la camiseta, el pantalón y las tablas. Es cierto que no le gustan las cámaras, las entrevistas, no es amiga de hacer declaraciones, pero sigue en la brecha, a lo que toca. Descreída sobre el éxito, no olvida el consejo de su familia: "Ni ahora eres tan buena como dicen, ni dentro de algún tiempo serás tan mala como digan". Yo solía cenar con Isabel Allende cuando viajaba a Madrid, hace veinte años. Y me confesaba, sorprendida: "No sabes la de mujeres enamoradas que me escriben, declarándose". A Mari Trini le ocurría lo mismo. En casa de Gloria Fuertes, en Alberto Alcocer: "El régimen la odiaba. Preferían a la opusina  María Ostiz. Pero las mujeres amaban a Mari Trini". La lista es enorme, pero por aquello de que el gato al agua se lo llevan siempre los caballeros, la hombría, el patriarcado de los cojones, claro, la otra realidad ha quedado sin desempolvar, ahí, quieta, invisible o ligeramente discreta, sin hacer demasiado ruido. Esta mañana, Paco, el portero, escuchaba A fuego lento. Y de ahí esta explosión. He llegado a casa, después de las curas, y ni corto ni perezoso, Rosana. Que suene a toda mecha, sin cortarme un pelo. "A fuego lento tu mirada, a fuego lento tú o nada, vamos fraguando esta locura, con la fuerza de los vientos y el calor de la ternura". Así qué, recuerden, tomen nota, no es que "los caballeros las prefieren rubias", las mujeres, también, y morenas, pelirrojas, con mechas, cabellos cortos o largos. No es ningún secreto, está a simple vista. En el vídeo, más claro que el agua. Yo creo que me quedé corto, joder.

Imagen: Pinterest


Rosana

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