Enrique

 "Aunque tú no lo sepas me he inventado tu nombre, me drogué con promesas y he dormido en los coches. Aunque tú no lo entiendas nunca escribo el remite en el sobre, por no dejar mis huellas". Cuenta la leyenda que la chica de Malasaña, joven, guapa, periodista, extraña, y ligeramente solitaria, se encontraba con Enrique Urquijo, bajo este ritual: "tienes un cigarro, rubia", "no fumo". De noche, de madrugada, paseando sin rumbo, y por la misma acera, cada uno en sentido contrario. Ella, de subida, él, de bajada. Por unos instantes, se miraban a los ojos. Cada noche se repetía el mismo encuentro con idénticas palabras. Hasta que un buen día, Madrid se sobrecogía con una noticia: Enrique Urquijo era encontrado muerto, en un portal, por sobredosis. En aquella misma acera, a la misma altura.  "Se llamaba Charly, la encontré en la calle tendida y lloró de hambre Charly, temblorosa y perdida, casi sin vida, se sintió sola y vencida". Los periodistas de la época, Jesús Mariñas, Karmele Marchante, Sergio Alis, Pepe Calabuig, Miguel Temprano, Lydia Lozano, Francine Gálvez, Victor Sandoval, Carmen Alcayde, Ángela Portero, Paloma García Pelayo, Carmen Hornillos, Maika Vergara y algunos más, todos de prensa rosa, corazón, y que nos veíamos asiduamente en el Joy Eslava, Gabana, Barceló, conocieron está historia que ruló un tiempo como anécdota, cotilleo, puesto que conocían sobradamente a la chica rubia que no fumaba, de la profesión. La otra parte, los allegados a Urquijo, amigos, conocidos, gente de confianza, recuerdan que Enrique solía comentar: "todas las noches, un ángel, la miro y sé que es un ángel". Supongo que no tomarían en cuenta estas palabras, pensarían que se trataba de una alucinación. Pero es verídico, existió y ocurrió. El artista fallecía el diecisiete de noviembre de 1999, en el portal número 23, de la calle Espíritu Santo. Ojos de gata, Pero a tu lado, Volver a ser niño, Quiero beber hasta perder el control, Tu tristeza, Déjame, Aunque tú no lo sepas, el muchacho de los ojos tristes y voz melancólica que se empeñaba en ser feliz con pocos resultados. Quizá el motivo haya que buscarlo en la infancia. Siempre, en la vida, las grandes tragedias vienen de atrás. Ya lo dijo Freud. "No quise ser tu dueño, sólo vigilar tus sueños, ser el guardián de tu sonrisa, pero tú tenías prisa. Y poco a poco te cansabas y hasta cambió el color de tu mirada. Entonces supe que todo quedó en nada". Uno se busca toda la vida y jamás se encuentra. Otro ya se ha encontrado hace tiempo. El eterno conflicto de muchas parejas. "Anchoas con aceitunas y café bombón", "eres raro de cojones, figura, menuda combinación". Quizá tenga en común muchas cosas con esa rubia, algo excéntrica, que pisaba fuerte, con decisión.  Ojos de perro azul, un cuento de 91 páginas escrito por García Márquez y publicado en 1972. En este relato la mirada es fundamental, el autor colombiano lo escribió con veintidós años, diecisiete años después, "Cien años de soledad". Todo atado y bien atado. "Qué quieres decir". Que hasta el menor indicio, insignificante, está relacionado con su anterior y posterior, el que vendrá en un futuro. Lo entienden, verdad, sí. 

Imagen: pinterest.com


Tu tristeza

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