Sevilla

 Decuchareo28, Paradas7, La Saeta, Rudy, Miarma, Papanatas, Sacamuelas, la vermutería Yo Soy Tu Padre, y para flipar, de locura, La Chalá. En Plaza de Armas. Cerca de las diez de la noche, y para dormir, La Posada del Lucero, en calle Almirante Apodaca, número siete. Un edificio del siglo XVI catalogado como monumento nacional en el centro histórico de Sevilla. Reservamos mesa en La Chalá con antelación, en Cadaqués. Triquini de salmón, mostaza dulce, queso y espinacas. Arroz Neri-Nerón, negro con guiso de choco extra, jamón y alioli. Salmorejo en copa. Tiradito de bacalao con almendra marcona. Postres, tarta de queso, hasta arriba y sin frenos, y Cubo de chocolate, en la misma dinámica. Una terraza fantástica, en ambiente coqueto, original, con diseño. Para otra ocasión, las croquetas de solomillo al whisky, el arroz con setas y lagarto, el tartar de brócoli y la tapa por excelencia, una pastela marroquí de hojaldre finísimo rellena de pollo asado con curry y almendra, miel de flores y cebollita frita con sabor a canela. Fusión de cocina mediterránea con toques asiáticos. En Plaza Puerta Real, número seis. Hierven las calles de gente, risas, ni una mesa libre, los bares a tope, paseando sin rumbo, felices, mañana, después de ver el piso, una visita guiada por el Parque de María Luisa, alquilaremos unas bicicletas, y daremos un paseo en barco por el Guadalquivir. A las dos de la madrugada, todo cerrado, mierda. Las calles regadas, observamos el cierre de los locales, agenciamos unas birras, los coches a caballo, turistas, familias, es igual, no hay sueño, ni cansancio, a pesar de venir de un tirón hasta aquí. Bueno, algo de nervios, sí. Tiramos hacia la Plaza de la Encarnación, un banco libre, patines, bicicletas, tapas y más tapas, cochecitos de niños, parejas, una gitana se acerca a leernos la mano, cinco euros. A Belén se le antoja una nube de azúcar, sabor fresa, en una esquina, venga, que sean tres, chata. Y eso que perdimos dos kilos en cuatro días, increíble. Que si caminatas, excursiones, nadar, volver a subir, a bajar, como peonzas, leches. Ahora, un guitarrista cantando por Camarón, Como el agua, la piel de gallina. Carmen y Belén se acercan a pedirle unos fandangos. A bailar, nos ha jodío. Que nos venimos arriba. Más espontáneos,  la noche es larga, nadie quiere ir a la cama. Sudando como pollos, que calor. Entre fandangos, bulerías, el corazón a cien, menuda guasa, ganas de orinar, vaya cuadro. Casi, pero no. Dos guiris nos preguntan por una calle, "creo que es por allí". "Nous allons à l'hôtel, je veux prendre une douche", "sí, un baño con sales, que gozada", "una ducha rápida y a la piltra". La cita a las once, desayunados, como Dios manda. Crucemos los dedos, ya falta menos, que ilusión, "Séville est magique, regarde la lune, quelle heure il est". Son las 3:33. Lauviah, el símbolo de la premonición y la reciprocidad. Nos acompaña la suerte, es evidente.


Bamboleo. Gipsy Kings

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