Sanlúcar

 Hemos cenado en el Tablao Álvarez Quintero, para continuar después el guateque en casa, con éxitos de los 80 y 90. Todavía no me acosté. Haré siesta, que remedio. Natacha y Helena llegaron al mediodía. Sábado, dirección Sanlúcar de Barrameda. Cien kilómetros en coche, nueve euros el billete en autobús. Elegimos navegar por el Guadalquivir, vale la pena. Desde la Torre del Oro, donde zarpa el barco, cruzando la marisma y parte del Coto de Doñana. En Sanlúcar, de tapas, langostinos y manzanilla. Atravesando el Puente de las Delicias, el Puente del Centenario, la Exclusa, las compuertas que cierran el río para evitar inundaciones. Pueblos, riveras, arrozales, playas y emoción, mucha emoción. Las carreras de caballos en Sanlúcar fueron declaradas Fiestas de Interés Turístico Nacional en 1986 y datan de 1845. Chiringuitos, restaurantes, bazares, playas de la Calzada, Jara, Bajo Guía, Piletas, Bonanza. En pleno Barrio Bajo, la Plaza de Cabildo, en el Barrio Alto, el Templo de Nuestra Señora de los Desamparados, hospital desde el siglo XVIII. Las Covachas, antigua muralla de la ciudad, el Palacio de Orleans-Borbón, la Parroquia de Nuestra Señora de la O, del siglo XVII, el Palacio Ducal de Medina Sidonia, el Castillo de Santiago, del siglo XV. Para los amantes de iglesias y conventos: Santísima Trinidad, San Miguel, San Diego, Carmelitas Descalzas, Regina Coeli y Mercedarios. Natacha estrena aletas mientras probamos unas gambas blancas en Joselito Huerta. "Luego, nos vamos a El Bigotes, unas anchoas, olivas", Helena, un baño rápido y a zampar, que vicio, coño, ésto es el paraíso. Cuentas con muchas opciones: visitar Doñana, acercarte a Rota, Chipiona. Nosotros, de lujo, con el culo pegado a la silla. Me duermo, lógico, mirando ese mar azul, pacífico, en calma, es una balsa de aceite. "Oye, figura, despierta", "vous avez besoin d'un bain sur la plage". Sí, es lo adecuado, despejarme. "Ahora vuelvo". Dios, que placer. Desde aquí partieron Colón, Magallanes y Elcano. Pescaíto frito, un guiso sanluqueño a base de tomate, agua, pan y ajo, con almejas. Un marrajo con patatas a lo pobre. Después, a El Africano, a pie de playa con música y tumbonas. "Sing it back to me, bring it back, sing it back, bring it back, sing it back to me", veintidós años, sigue sonando magistral, Moloko y la voz de Róisín Murphy. Ahora recuerdo, calla, que tiene tela la canción. Ojos de búho, que calor. Sube la temperatura. Zasca, un cubo de agua en toda la cara. "Pero, que cojones". "Tu rêvais à voix haute", "no es peligroso y es gratis, toma, por borde". Otro cubo para Carmen, Belén, a traición. Pelea de arena, como croquetas, la leche. La madre del cordero, verás que chapuzón. Patadas, cachetes, ahogadillas, cachondeo, que risa. Nos olvidamos las palas, otra vez será. La siesta es sagrada, sí, una mierda. "Soy el zombie comandado por tus deseos. Bring it back, sing it back, bring it back, sing it back to me", locura, subidón. "Cuanto escribes, figura". "Es Marta, que pregunta por una farmacia". Ha colado, menos mal.

Imagen: Sanlúcar/blueland.es


Sing It Back. Moloko

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