Drag Kings

 "I don't drink coffee, I take tea, my dear; I like my toast done on one side and you can hear it in my accent when I talk I' m an englishman in New York. Oh, I'm an alien, I'm a legal alien; I'm a englishman in New York". Englishman in New York, dirigido por David Fincher e interpretado por Sting, rescataba la figura del escritor Quentin Crisp, icono gay en los 70, que conoció la soledad, el olvido y el rechazo de la época, incluso dentro del gremio. Las viejas glorias importan a pocos, y si no tienen donde caerse muertos, nada. Sting quiso hacerle un homenaje a su amigo por su singularidad. La esencia, que es lo contrario a la pose barata, al postureo de tres al cuarto. Sabemos distinguirlo perfectamente, verdad. A lo que vamos. El transformismo masculino no es tan apreciado como lo son los "Drag Queen". Hasta Rupaul acusó a estas mujeres vestidas de hombres "de apropiarse de un arte que no les pertenece". Nada más equivocado y tergiversado, claro. Ni Rupaul, ni la Iglesia, ni los modernos liberales, progres, de la derecha y la izquierda, aciertan. Las mujeres "Drag King" llevan más de cien años haciendo transformismo, existen registros desde 1886. Son  mujeres artistas, de performan, cabaret, music hall, que visten de forma masculina para interpretar a figuras como Sinatra, Elvis, o con personajes propios. Poniendo en evidencia e inspirados en hombres de clase alta, para divertir a un público de clase popular. Existieron en España, principalmente en Madrid, Barcelona, Sevilla,  por supuesto, en Londres y New York vivieron la época dorada de los años cuarenta, cincuenta, donde se combinaban el swing, bee pop, mambo, reggae, jazz, punk, rock. Lo que ya no sé si esto es ignorado de forma intencionada, u obedece a ser un auténtico lerdo en la cuestión. Un poco de ambas cosas. Algo similar ocurre con la cocina, ahora la inventaron los hombres y es rentable, cuando los estómagos de las familias han sido alimentados por los guisos, platos de cuchara y cucharón de mujeres nacidas con la sartén en la mano, la escoba y el trapo de fregar. La famosa estrella Michelín, que viaja en limusinas. Oh, cuanta fastuosidad y glamour. Ellos siempre un cero a la derecha y ellas, un cero a la izquierda, nada nuevo bajo el sol. Crecí, afortunadamente, con un montón de historias, de esas mujeres de la familia, adineradas, que se permitieron el lujo de vivir sin trabajar, en ciudades como Londres y New York. Que pertenecieron a los círculos de Greta Garbo, las damas de la costura, que fumaban, conducían y vestían pantalón. Con champán, ginebra, whisky y collar de perlas. Muy diferente a la España del "Generalísimo". Donde se hacían callos en las rodillas con tanta genuflexión. Ayer tocó dolor de muelas, las del juicio. Descanso, calmantes y enjuagues para mitigar el dolor. Belén cenaba con sus hermanos, los padres llegan hoy en visita sorpresa, unos días en Madrid, cambio de aires. Arrastro cierto cabreo con los acontecimientos políticos que me superan. Acabaremos durmiendo con el enemigo y dándole las gracias, encima. El nivel de sopor es mundial.  Sadomasoquismo, fusta, sin miedo a la muerte, porque se perdió el amor a la vida. Entre la ociosidad de la rutina, el esclavo aprende a bailar con pericia, sin dignidad. Ni 1984, Fahrenheit 451, La cena de los idiotas, Rebelión en la granja. "La guerra del mañana", lo que toca, y el nolotil, la horrenda cápsula de marras. 

Imagen: Drag Kings de Boston, MA.


100 years

Englishman in New York

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