Noche de San Juan

 Aquella noche de San Juan me enamoré de la chica de la ventana. Yo cursaba Psicología, ella, Derecho, años más tarde se cambiaría a Filología. Encontrarme con Herminia fue la causalidad. "Vivo allí, sube, que traigo unas vacunas para los perros". En esa casa la conocí. Mantuvimos una relación extraña a lo largo de la carrera. Ni tabaco, ni alcohol, solo cama. Cama con lecturas y de cabecera, Freud. Sus conocimientos de psicoanálisis eran impresionantes. Aprendí mucho y disfruté más. Nos escribíamos cartas, es una pena, no he conservado ninguna, pero las recuerdo con total nitidez. "Esta semana no quiero verte, debo asumir algunas lagunas que no acabo de identificar y encontrar el origen, porque responden a traumas infantiles, lo sé". Y esto te lo plantificaba así, como quien se bebe un vaso de agua a primera hora de la mañana. El compañero de pared, en otra habitación, "El Pirigüiri", matriculado en Ciencias Exactas e Informática, dos carreras a la vez y de matrículas, solía decirme: "Vale, es guapa, pero está loca, es una neurótica de manual, olvídala". Y una mierda, ni caso. Nunca hice caso a nadie cuando me ha gustado una mujer, jamás. Paseábamos por el Toral, la Alameda, General Pardiñas, con Sócrates, el perro adoptado por los de Filosofía. Misteriosamente, Sócrates la eligió como su madrina, iban juntos a todas partes y la esperaba al entrar y salir de clase. "Toda la sintomatología que muestra este perro apunta a un complejo de Edipo sin resolver". Y nadie rechistaba. No se movía ni una mosca, vamos, sus palabras eran sentencia. Nos queríamos, a su manera y acepté amarla de esa forma. Existieron más amores, por su parte y por la mía, pero cuando volvíamos a pecar los dos, aquel viaje era realmente alucinante, que rico todo, por Dios. Hoy sé que vive en Hamburgo, es profesora de universidad en la asignatura de español. Al terminar los estudios, ella regresó a La Coruña, yo visité a mis padres en New York. Y en el transcurso de estos vientos torcidos se cruzó un famoso escritor y poeta fallecido, que me dijo: "Haz periodismo en Madrid". Y hasta hoy. Sócrates vivió dieciocho o veinte años. Su muerte se publicó en La voz de Galicia y otros diarios de la zona. Y con él, inmortal una época, una parte de nuestras vidas que reunió a profesores, alumnos, manifestaciones, banderas, idiomas, porque Sócrates era de todos, un emblema, una leyenda, una bendición. "Oye, abre los ojos, mira hacia arriba, las cosas buenas que tiene la vida". Y el "Negra Sombra", de Rosalía de Castro, partiéndome el alma, con "meigas", sin ellas, da lo mismo. La vida se vive y ya está.

Imagen: Santiago de Compostela. Catedral/hitocultural.com


Negra sombra.

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