La muerte

 Al lado de Edison, todos. Con Nicolás Tesla, nadie. El primero, subido a la parra, el segundo, bajado al destierro, la miseria y el olvido. La muerte disgrega, separa, es clasista. Los ricos son honrados y los pobres despreciados. De apellidos sabe mucho la muerte. El acto de morir, la muerte como ritual, un teatro. Quien ostenta patrimonio ocupa páginas, titulares, contenido. Frente a toda esta parafernalia subyace un tema que es el que me interesa, la vida después de la muerte. La psicología lleva muchas décadas estudiando y recopilando datos, experiencias sobre ECM. Algunos de los pacientes han permanecido en coma, otros han muerto y revivido en quirófano, y los relatos que describen sirven de reflexión, sin pretender tocar dogmas de fe, religión o temática paranormal. No, es mucho más. Érase una vez una mujer, hija de notario y casada con un marqués, nacida en Vigo, que a la edad de ochenta y cuatro años sufrió un infarto, acostada en la cama. A su alrededor, hija, nietas y amistades. En mitad de la conversación, las cuencas de los ojos se fueron hacia atrás, el cuerpo sufrió un estirón, hasta quedar inerte. Acababa de morir. Los allí presentes comenzaron a chillar, llorar, y una persona relacionada con el campo de la medicina tuvo la idea de acudirla subiéndose sobre aquél cuerpo yaciente para aplicar un masaje cardíaco. Para esto rompió dos costillas, tal fue la fuerza que empleó y que más tarde se identificó por radiografía. Cuatro minutos, cuatro minutos exactos y una voz que decía: "Ya". Y levantaba una mano, volvía a la vida. Rápidamente acudió una ambulancia. Vivió perfectamente, sin secuelas, varios años más. Pero lo verdaderamente interesante, atiendan, llega ahora. No volvió a ser la misma. Callada, serena, lo fue siempre, a los dos años del suceso hizo llamar al notario. A parte de su fortuna, dejaba una carta, en poder de una albacea, su sobrino, abogado del Estado, de plena confianza, y que debería leerse a los treinta años de su muerte. Increíble, verdad, curioso, sí. Fallece esta señora, declaración de herederos, herencia, lo que es menester y la "cartita" en la que se especifica que habrá que esperar ese tiempo para conocer su contenido. Ay, la vida, es un valle de lágrimas, una mala posada, tan breve como larga. Un buen día la familia vuelve a reunirse, desperdigados como estaban por el mundo, sí. La palabra escrita no se la lleva el viento. Bajo un silencio absoluto, el albacea comienza a leer, de puño y letra. Aquella mujer acusaba directamente, a hijos, nietos, sobrinos incluidos, de deslealtades, robos, puñaladas, hechos concretos, muy específicos, que los dejaron de piedra, sin habla. Todo lo vio en cuatro minutos. Un viaje de treinta años al futuro. Tristemente regresó a la vida con aquella carga que soportó en silencio. Describía el túnel, la luz, y como el cordón de plata se partía. Tuvo palabras de agradecimiento para los más leales a quienes la suerte no les había amparado lo suficiente pero permanecieron fieles a los principios. No es ninguna novela. Ocurrió así. Jamás he podido olvidarlo. Llevo unos días con heridas abiertas. Leyendo estupideces en los medios de comunicación. Tragando quina y contando hasta cien. Horrorizado de las mentiras, falta de ética, moral y como se prostituye la palabra "amigo". En periodismo no hay amistad, solo intereses creados. Ya sé que me repito, soy de piñón fijo. No eres lo que tienes, eres lo que eres. La esencia es el eje central de la vida. Ahora, a tomar por culo, espabilen, lo verdaderamente importante siempre es efímero, además de intenso. No tengo humor para mayores florituras.

Imagen: Vigo. Puente de Rande/hoteles.net


Cuando era más joven.

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