La Maripilas

 La Maripilas pisaba con garbo y el carácter de un rottweiler. Fue vetada en los medios de comunicación como Tola, Navarro, Cintora y tantos nombres más. El suicidio de la periodista pasó por infarto por deseo expreso de la familia. Mila Ximénez la conoció bien durante esa época oscura que todos parecen ignorar. Ya lo cantó Cecilia: "Puntual cumplidora del tercer mandamiento, algún desliz en el sexto, buena madre y esposa, de educación religiosa; y si no fuera por miedo sería la novia en la boda, el niño en el bautizo, el muerto en el entierro, con tal de dejar su sello". Tenía edad más que suficiente para conocer la profesión por dentro, pasaba de los cuarenta. Le faltó cálculo, frialdad, dejar de tensar tanto la cuerda. No están los tiempos para dejarse el corazón hecho jirones. "Mamá, me han despedido". "Te lo dije, y ahora que". "Ahora, nada". Lo más profético que acertó a vislumbrar". Pasó los siguientes catorce años olvidada, desacreditada a base de chanzas, desprecios, por los compañeros de la profesión, aquellos que tantas lisonjas y cachondeo barato habían aportado a su vida con salidas nocturnas, copeteo insustancial, moviendo la coctelera. Ella, presumiendo de amistades, poniendo la mano en el fuego por cualquiera de ellos. Ninguno era inocente, colaboradores, dirección, ejecutivos de tal o cual despacho, todos son peones, cuchillos necesarios a la hora de trinchar. La gente se oculta a la perfección detrás de una careta, puede permanecer así años y toda la vida. Solamente cuando la causa es de naturaleza  política y realmente grave, la decisión la toma una única persona, quien más alto esté en la pirámide del poder. Los tiempos no han cambiado tanto, familia. Si hasta Judas vendió al Maestro por el tintineo de unas monedas en el bolsillo. Que no será ahora en los tiempos de la globalización y la inteligencia artificial, dónde matas con una llamada y un buen puro en la boca tirando de contactos y por control remoto, con los pies encima de la mesa. Pecamos en lo evidente, el desconocimiento de lo que tenemos delante, a simple vista. Subestimar al contrario, una sonrisa, por favor. Ese gesto social fabricado para esconder las maldades en aras de vender la buena vibra. "La comunicación no verbal", de Flora Davis, nunca pasa de moda, no. En el fondo, seguimos vinculados al patio del colegio, a "El sitio de mi recreo". Ay, Antonio Vega, "silencio, brisa y cordura, dan aliento a mi locura". Un estudio realizado en dos mil dieciocho por los físicos Alessandro Pluchino, Andrea Rapisarda y el economista Alessio Biondo, investigando la estrecha relación entre riqueza, suerte y éxito, evidenció un resultado tan sorprendente como inquietante: lo bueno le ocurre a los mediocres. Así, tal cual, cuñaos, como se te queda el cuerpo, macho. Van encajando las piezas, si. "Cinco y acción, estamos rodando".

El sitio de mi recreo.


Entradas populares