El Moreno

 De La Máscara al Joker, ese personaje repulsivo, tarado, un psicópata de manual, que nada más empezar la película comienzas a odiar y que la maquinaria de Hollywood ha vendido sutilmente como víctima, perdedor, villano canonizado, héroe; el vecino que querrías tener, el jefe colega a partir piñones, el amante perfecto de una noche de copas. Así vivencia una mayoría idiotizada desde la butaca a semejante esperpento, ruina moral, todo un ejemplo a imitar. Hasta tres veces visité el chalé de Boadilla del Monte. Siempre encontré inquietante la figura del payaso, el mago y el ventrílocuo. Quizá por los casos que ilustran la criminología, la patología criminal. Ahora que las noticias se suceden con variedad de contenidos en la llamada operación Titella a mí me interesan otros matices. La soledad y el ego. La avaricia y la corrupción. Lo primero desencadena en cáncer. Lo segundo, en delincuencia, es decir, trastornos disociativos, fobia social, esquizofrenia con delirios paranoides. La enfermedad mental y sus fisuras. La pérdida del principio de realidad, porque el mortal que se cree Dios, no pisa el suelo, ya levita en otro mundo. José Luis Moreno ha caído en desgracia, ha cedido La Máscara e identificamos al Joker. Pero, al mismo tiempo, a El mono desnudo. Recuerdan la obra, verdad, de Desmond Morris.  Cualquiera de Freud valdría también. Y que observamos, que elementos nos son familiares. Reconocemos a los políticos, a las instituciones, al propio sistema en el que respiramos, fluimos, desenvolvemos, desde que el mundo es mundo. Les aseguro que todos esos ídolos que admiran en TV son lo mismo. En cuanto bajan del escenario, en el ámbito privado, terroríficos, echarían a correr. Y no importa a que generación pertenezcan, se repiten. Muchos tienen ficha policial por pederastia, sí, con premios, homenajes y encima, después de muertos, más premios y homenajes, sus caras impresas en camisetas, y la chusma peleándose por lucirlas, demencial. Fueron algunas de esas mentes brillantes normales alguna vez, no lo sé. Se perdieron por el camino, quizá. Nacieron así, venían de fábrica, también. Me atrevería a decir que José Luis Moreno nos ha hecho un favor. Brindarnos la posibilidad de desvelar cada una de estas sombras, desmenuzarlas, utilizarlas de espejo para bucear en el propio inconsciente individual y colectivo. La infancia, las figuras materna y paterna. Como fuimos tratados, las carencias, obsesiones, frustraciones, aquellas frases despectivas arrulladas en el corral de la memoria a modo de fusta. Un recorrido por el laberinto con el culo al aire, "en carne viva". Debe ser la edad, la nostalgia, la juventud perdida, que cuanto más se tira de la manta mayor tristeza me embarga. Aquellos paisajes eternos resultan una chapuza de cartón piedra. Todo resuena a falsete, a voz impostada. Y en la inmensidad de la noche, mirando las estrellas, piensas: "quiero ser un gato y cantar como Bee Gees".

Imagen: J.L.Moreno/foroazkenarock.com




Bee Gees


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