Rocío, yo sí te creo

 Ha llovido mucho desde los tiempos del Dígame, aquella revista que tuvo tres redacciones, en Paseo Virgen del Puerto, la primera, calle Cervantes y en Sor Ángela de la Cruz, la última. Por la que pasaron exministros, empresarios, periodistas de los principales diarios que ocultaban la información bajo seudónimo, y un editor que llegaba con miles de documentos y material gráfico que hacía callar de inmediato cualquier boca. En plantilla, diecisiete redactores, entre ellos dos becarios de la facultad de periodismo, cuatro maquetadores, una jefa de arte, dos fotógrafos, un redactor jefe, una correctora, un subdirector y director. Y el que tenía la última palabra, Emilio Rodríguez Menéndez. Ahora, los que antes se cagaban temerosos de verse retratados públicamente, con la mierda hasta el cuello, por consumo y tráfico de drogas, malos tratos, violaciones, delitos con menores utilizando viajes a Cuba, para dar rienda suelta a sus instintos más perversos fuera del foco mediático, desde sus puestos en televisiones y prensa escrita, ganados por "méritos" y el sudor de sus frentes, rasgan las vestiduras, acusan y se les llena la boca de ejemplaridad en el buen hacer de la profesión mas prostituida, subvencionada por partidos políticos, y demás mamandurrias, empresas del IBEX 35, y corporaciones del buen vivir. Esas que siguen comprando a jueces y cuyas sentencias provocan sarpullidos, si, las mismas. Pero, el motivo que ha desencadenado escribir este artículo, hoy, desde la salida de Rosa María Mateo de TVE, no es precisamente ni Dígame, ni su editor, sino aquel personajillo con aires de grandeza, un caudillo en toda su extensión, que saliendo de la nada pretendió llevarse el gato al agua dando un braguetazo con la hija de Rocío Jurado y Pedro Carrasco. Aquel que asomaba a la palestra con labia, chulería, una vida ficticia, de galería, ausente de escrúpulos, moral, emulando a tantas figuras de la picaresca que siguen copando portadas, titulares, claro, porque la definición perfecta se queda en "mosca cojonera". Supo "amedrentar" a todo un clan familiar con amenazas, y coletillas del tipo "cuidadito conmigo, no sabes donde te metes". Y mira por donde, recuerdo ahora una historia, verídica, con tintes esperpénticos, en Londres, hace más de veinte años. No está relacionada con este sujeto, naturalmente, ni el caso en si, pero voy a relatarla. Érase una vez una familia británica, acaudalada, un matrimonio con cinco hijos, cuatro varones y una hembra. El padre, homosexual, se casa con una señora, lesbiana, formalidades de la época y forjan una pareja bien avenida, donde por pacto, cada uno lleva su vida. El ojito derecho, la benjamina, se enamora de un cazafortunas, poco recomendable, un muchacho sin escrúpulos que ya apuntaba maneras. Como suele suceder en estos casos, la niña con una venda en los ojos sucumbe a tan entrañable galán, queda embarazada y aquella "infeliz" unión termina en casorio. El resultado, nefasto. Amenazas, infidelidades, un trato a la baqueta, crueldad mental, llantos y mas llantos, finalmente, separación. Pasan los años y el padre de la benjamina fallece trágicamente en un accidente de coche. La viuda vuelve a casarse con otro homosexual, manteniendo idénticos pactos. Totalmente legítimo porque cada matrimonio es un mundo, tiene sus reglas y son mayores de edad para hacer y deshacer a su antojo sin dañar a nadie. Al fin y al cabo, todos los hijos son conocedores de estos hechos y aceptan. Una familia más dentro del concepto "prole", "clan", "piña", "unión". El exmarido despechado  decide chantajear a cada uno de sus miembros, bajo amenazas constantes, de tirar de la manta y hacer pública esta manera de vida, que tan celosamente dicha familia había blindado y que, repito, estaban en su derecho de hacerlo. Tras una porrada de años de acoso y derribo, un buen dia se hizo la calma. Aquel grano en el culo desapareció, nunca más se supo de su paradero. Margarita Landi, me decía: "rumores, especulaciones muchas, nada más". Se dijo, se comentó, que el último de los maridos, a la muerte de su esposa, y ayudado por alguna de las mafias italianas, era de Nápoles, lo hizo desaparecer. Pero sin cadáver no hay delito. Y hasta hoy. La vida siempre supera la ficción. No voy a justificar esta historia, Dios me libre. Nada mas lejos de mi intención. Desgraciadamente, los malos tratos se cometen a diario, por mujeres y hombres. Por personas. Nunca simpaticé con Antonio David Flores, ni con tantos otros personajes, la lista es enorme, dentro y fuera de los medios de comunicación y el sector que sea. Sigo cada uno de los vídeos que ilustran la palabra y vivencias por parte de la otra parte hasta ahora "desconocida" por una mayoría, la verdad de Rocío Carrasco. La creo y apoyo totalmente, antes y después. Y desde aquí el deseo de que pueda resolverse todo en los tribunales, devolviéndole la dignidad que se merece, consciente del daño irreparable que ha significado para ella y tantas mujeres, incluyo a hombres también, porque el narcisismo, el llamado psicópata integrado, que no es una enfermedad mental, se da en ambos sexos y varios ámbitos fuera de la familia: política, trabajo, colegios, en forma de acoso y con menores. El tema es amplio, nada complicado si se sabe acudir a las fuentes, documentarse y hacerlo público vía televisiones, prensa, etc. Conocemos la lentitud de los jueces, sus luces y sombras, y el hecho de que la Justicia no siempre es imparcial ni "justa", equitativa a todos por igual. Pero tras noches de insomnio, desasosiego, y un pulso interior en el que me planteaba si merecía la pena o no dar este paso, finalmente, aquí expuesto está. Con todo el derecho a opinar, cada vez menos, mientras lastran, aniquilan, pulverizan, nuestros derechos, en todas partes del mundo, a unos les cuesta la vida, a otros, sangre, tortura, cárcel. Y al resto, su trabajo, techo, salud, y el pan de todos los dias.

Imagen: pbs.twimg.com/media/ExFjY02X








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