La vergüenza

 A partir del 2003 la situación en Madrid comenzó a endurecerse. Los autónomos ya no podían más desde aquel sonado "hay que apretarse el cinturón" que con tanto acierto le costó el cargo, la cabeza de Miguel Boyer, entre otras cosas. Las crisis son acumulativas, como la grasa. Un autónomo no es un empresario, aunque lo parezca. Es un señor, una señora, una familia, que monta un negocio con mucho esfuerzo, ilusión, necesidad, coraje, y que, en pocas ocasiones, solicita una subvención, no tiene tiempo ni ganas. Esa famosa cuota que debería desaparecer, inmoral, directamente. A los empresarios de verdad se les abren todas las puertas. Al autónomo, ninguna. Ahora llegan los emprendedores, normales, corrientes y molientes, les ocurre lo mismo. A golpe de subvención, antes tienen que poner la pasta, un arma de doble filo. Ayudas que llegan tarde, mal y a rastras. Muchas no son a fondo perdido, hay que justificarlas siempre y si los números continúan sin cuadrar es imposible cerrar, o tendrás que devolverla íntegra. Quién hace la Ley, hace la trampa, estamos de acuerdo. Siempre he insistido en la capacidad de reinvertarse, en todas las modalidades posibles, sin vergüenza. Más de un profesional ha caído en desgracia. De la cima a la calle. De su mundo al submundo. A las cocinas económicas, a los baños públicos, a los roperos de Cáritas, a los albergues. Con los mendigos, de mendigo. Hay un registro que lleva la Comunidad de Madrid dónde puede comprobarse. Con Ley de Protección de Datos, por supuesto, pero un juez puede solicitarlo. Por ese registro han pasado periodistas, artistas, escritores, profesores, camareros, autónomos, gente corriente. Sin problemas de drogadicción, alcohol, ludopatía, o derivados. Por desahucios, por paro, por ausencia de familia que pudiera asistirles en circunstancias adversas. De amigos ya ni hablo. Qué experimenta una persona ante algo así. Vergüenza, sí. Una vergüenza que supera a cualquier miedo imaginado. Después llega el valor. De la vergüenza al valor, no queda otra. La maravilla de saber encajar los golpes, de reaccionar. La maravilla de ser humano, creo en la humanidad, amo a la humanidad. Al que todavía le queda un cartucho por quemar, desprovisto de un despacho, empresa, negocio, o profesión de toda la vida, la que sea, le pasan mil historias por la cabeza, y por más inverosímiles que parezcan, si lo pone en práctica, sale del laberinto. Juro que sale. Desde el que se compra una moto y entrega pizzas, el mensajero, el transportista, el conductor de submarinos de toda la vida, vamos. Hasta el que barre las calles, pinta fachadas, o manualidades desde casa. Otros dan clases a domicilio, echan las cartas, las posibilidades son infinitas y no estoy aquí para juzgarlas. Aquello que veían en las películas y que consideraban de fracasados, de perdedores y que no les rozaba ni por asomo. A esto me refiero, sí. Y lo llevan a cabo con una sonrisa, sintiendo la pelea, el ring, estar en la brecha, cuñao, como el mejor de los soldados. Acaso, Carpanta no lo hizo, Yogui, Don Gato, Tom Sawyer, en fin. Cada momento es incomparable, se va, sin más. La peor de las matrix es la desesperanza. Del pasado al presente, con esas imágenes mentales que te ilustran lo que fue, lo que es, si les das el poder de aniquilarte, te conducirán al peor de los callejones, la depresión. Amar la vida o enfermedad, así de contundente. "Quiero ver el rojo del amanecer, un nuevo día brillará, se llevará la soledad. Quiero ser el rojo del amanecer, el sol de nuevo brillará, se llevará la soledad". No pretendo ser Alicia en el país de las maravillas, ni venderles humo, pero no conozco más que la adversidad desde que nací. La era de la incertidumbre es mundial, no de unos pocos. Tómenlo como una bendición para crecer, superar, descubrir, conocer, inventar, ser conscientes de otras oportunidades, ropajes, guiones, caras, conversaciones, paisajes, sueños, realidades, personas, lugares. Cambien las reglas, las conductas,  sean otra forma de ser y de estar en el mundo. Siempre hay tiempo. Todo es posible. Nadie me paga por estas palabras. No estoy a sueldo de partidos, asociaciones, siglas, ni cadenas. Todas me sobran. Un sobrao, a lo mejor, un sobao, de toma y moja, sí. Un inadaptado a todo lo que no le acompañe solución, acción. Y si para eso hay que bajar a los infiernos, se baja, ya están las alas para volver a subir, aletear, flotar y sentir que, como David, pueden vencer a Goliat. Por cierto, para los escépticos y retorcidos, decir que la intención de esta artículo no está relacionada  con el "no tendrás nada y serás feliz" del nuevo orden mundial.

Imagen: Desahucios, así funcionan/Huffingtonpost.es/Corellano.com


Un nuevo día brillará. Luz Casal.

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