Mujeres de bandera

 Acabo de vivir un suceso esperpéntico, surrealista, y como buen Sagitario, voy a poner las peras en remojo, ya que las empanadillas siguen haciendo la mili en Móstoles. A ver, cazurras, ignorantes, envidiosas, mediocres, esas que no conocisteis un orgasmo y criásteis a vuestras hijas en labores del hogar y a los varones en cosas de provecho. A ellas dedico este artículo, sin miramientos. Siempre se ha dicho, falsamente, como maniobra de poder, manipulación, que la envidia es exclusiva de las féminas. Nada mas falso. Los hombres odiamos con la misma intensidad al galán que abriendo una puerta, colocándose un abrigo atrae las miradas de muchas que, secretamente, desearíamos impresionar y seducir hasta las últimas consecuencias. Señoras mías, no se mueran tontas, vacías, huecas. Los machos, a partir de los cuarenta, se nos cae el pelo, los cojones se descuelgan, dejan de estar apretados al culo, no se ofendan. Los gatillazos se repiten, nos pongan a Marilyn Monroe, Jackie Kennedy, o a la Lolita de la película. Nos lo callamos como putos, tenemos el poder y ese privilegio no admite fisuras. Entienden, verdad, sí, de sobra. Cambiemos de banda, de frecuencia. He tenido que sufrir en mis carnes cómo amigas mías, la mayoría en moda y pasarela, eran machacadas, pisoteadas, porque ciertas publicaciones mostraban a tal o cual modelo sin maquillaje, siendo la comidilla de una batalla campal. Esta situación ocurre fuera de tales profesiones, lo mismo. Siento decepcionarlas de golpe. La genética es genética siempre, y la belleza la tiene poca gente. La belleza física, exterior, lo han entendido perfectamente. Yo las he conocido a todas, desnudándose, con cambios de ropa, saliendo de la ducha, sin colorete, sombra de ojos, nada de nada, al natural. Y son perfectas. Con la mano sobre la Biblia lo mantengo. Dejen de volcar sus mierdas, sus frustraciones, ese rechazo interior que sienten por no haber sido tocadas por esa varita mágica, sí, que podría haber cambiado sus destinos, profesiones y, de paso, cuentas corrientes. Acéptense, ámense, tengan dignidad, honestidad, salgan de su espantosa mediocridad, dejen de reclamar estúpidas propuestas de desfiles para focas tallas extra. No funciona. No me representa. Cojan un libro, lean, hagan deporte, dietas, ayunos, son muy sanos. Reivindíquense en la cama frente a maridos, amantes, que no las ven ni las verán nunca porque son un saco de mierda. Atrévanse a vivir dicha experiencia. Los resultados son espectaculares. Descubrirán que las piernas de la vecina bien valen un piropo, que el bikini le sienta como Dios y ganarán una bonita amistad, encima. Y si aún exponiéndoles estos argumentos no lo ven hagan una peregrinación a Lourdes, no pierdan la fe, los milagros, como el amor, ocurren a diario. No hay ni que silbarlos, como los toros, te cogen por sorpresa. Amén.

Imagen: Linda Evangelista/amp.theguardian.com



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