La casa del Duende

 Se citaban en Casa Morales, la taberna mítica fundada por Leocadio Morales Prieto en 1.850, y situada en el número once de la calle García de Vinuesa. César, fotógrafo para diversos medios en Madrid, llevaba viviendo dos años con Julia y Amelia, pareja sentimental, ambas de la profesión también y colaboradoras de ABC y La Codorniz. Desde crónica social a sucesos, adquirieron la casa del Duende, en el Barrio de la Cruz, muy visitada por gente de la farándula. Pero Sevilla, lugar mágico, emblemático, donde el olor del azahar se mezcla con los naranjos, los membrillos, en callejones románticos de terrazas con sillas de tijera, un día en esos paseos apareció Carmen Sonajero, con sus gafas oscuras recién llegada de Marbella. No fue casualidad, claro, como en tantas veces, la casualidad es el pretexto que acompaña a la señal del destino. Rápidamente el trío acabó en cuarteto. Aquella nueva inquilina no trabajaba, vivía de rentas, de forma acaudalada, se le notaba el dinero, sin aspavientos, así a primera vista. Corría con todos los gastos y jamás daba explicación alguna de su vida. Un halo de misterio la rodeaba porque entraba, salía, y a dónde y con quién solo lo sabía ella. Hasta que una mañana, en Madrid, una de las grandes firmas de ABC y con estrechos lazos con los servicios secretos, de manera confidencial, le situó sobre la figura de tal desconocida. Carmen Sonajero, nombre de guerra, estaba vinculada de alguna manera con José Litrán, el médico de los pobres, republicano y masón. Todo lo que acontece a la biografía de este hombre dotado de excepcionalidad se podría contar y lo haré, en otro artículo, un día cualquiera, veré. Ese oscuro origen de algunas fortunas del franquismo, "bienes incautados, multas millonarias, un auténtico expolio", similar al nazismo con los judíos. La persecución, ejecuciones, matanzas, hacia la masonería, tiene su máximo exponente en Andalucia. "Muerte, cárcel, depuración profesional e incautación de bienes y multas millonarias". Así lo indica Público el 30/01/2015 y escrito por Rafael Guerrero. Iglesia y franquismo volcaron sobre la masonería toda su inquina, a través de "asesinatos extrajudiciales masivos". Ya instaurada la dictadura del General Franco la persecución continuó sin parar desde 1940 hasta 1964. La República tampoco los apoyó especialmente. "Las logias eran espacios de sociabilidad laica y republicana, donde se celebraban bautizos y funerales laicos, así como veladas culturales como si se trataran de ateneos populares, en un ambiente de progreso, liberalismo y tolerancia" según Álvarez Rey, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla. La masonería tenía como mensaje hacer el bien por el bien, frente al obtener beneficios de ultratumba a través del diezmo, moneditas, calderilla, fajos, billetes y demás favores donantes para la causa de la Iglesia. Así que los masones suponían un enemigo muy peligroso a exterminar. El papel de Carmen era el de recopilar todo un inventario de familias, descendientes, de masones vilipendiados, torturados, asesinados, con el fin de recuperar su memoria en la defensa de derechos a todos los niveles, económicos incluidos. Cesar volvió a la casa del Duende y su mirada por Carmen no cedió ni un palmo. Siguieron riendo, celebrando, amando aquella situación especial que por caprichos del destino les unió, a cuatro versos libres, auténticos, que nadaban como peces por las aguas del Guadalquivir, felices, ingenuos, volando cuando era necesario y pisando a ritmo de flamenco con tortitas de camarones cuando la situación lo exigía. Jamás le contó a Carmen nada. Y termino con palabras de Rafael Guerrero: "Los masones son uno de los colectivos más olvidados como víctimas del franquismo. Otras organizaciones políticas y sindicales han podido recuperar su patrimonio y sus miembros han sido objeto de público reconocimiento. Los masones no". Ay, esa casa del Duende, la de secretos que albergará.

Imagen: Casa Morales/spicio 1927.blogspot.com



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