Gasolina en el corazón

 No somos originales en nada y claro, la historia se repite, aunque como peces en la red se sacudan defendiendo lo contrario. Los nazis no fueron únicos pero dieron ideas, patentaron formas sádicas de violencia que interesaron enormemente al sistema. Fusilamientos y el rincón del tiro en la nuca; falsas tentativas de evasión, exposición al frío, el muro de las lamentaciones, los perros sanguinarios, la horca, el baño de la muerte; morir apaleado, la cámara de gas, formar hasta caer extenuado, la alambrada electrificada, el crematorio, la enfermería como matadero. Hijos obligados a matar a los padres, compañeros forzados a patear la cabeza del más próximo, o el salto en paracaídas. Esto y más ocurría en Mauthausen y Gusen entre 1941 y 1942. Para los amantes del género, viene reflejado en la obra Los últimos españoles de Mauthausen, de Carlos Hernández de Miguel y publicado en Ediciones B. Los que todavía se quejan de que somos explotados por el gran capital, en el comunismo, socialismo, capitalismo, globalización, les recuerdo que nuestra piel arrancada sirvió para fabricar bolsos, cinturones y pantallas para lámparas. Numerosos diarios, periódicos, medios de comunicación en general, quitan importancia, escurren el bulto, tachándolo de leyenda, bulos, suposiciones varias, pero ahí están los supervivientes para decirlo bien alto y claro, aunque sus voces todavía continúen ninguneadas como juguetes rotos de menor importancia. Las agujas, electroshocks, fármacos y un largo etcétera han sido utilizados impunemente de forma mundial a lo largo de los tiempos, sin que el juramento hipocrático médico importase un pimiento. Sin meternos con otros juramentos de la misma índole en el resto de otras profesiones, claro. Regresan los tiempos convulsos que nunca se fueron, eh. Ojo, cuidadito. Dejen de consumir opio que no apio. De una manera subliminal. La inyección de gasolina en el corazón arrasa de manera descomunal, crea adeptos, seguidores, convencidos, tanto o más que el fútbol, la religión. Recuerdo a una vieja amiga de carácter brillante y naturaleza excepcional que ante la pregunta: "No te aburres siempre sola", ella respondía: " Nunca, tengo vida interior". Pues eso.

Imagen: Sesión de terapia electroconvulsiva practicada en el Hospital Clínico de Barcelona/Vicens Giménez/elpais.com



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