Santiago Carrillo

 Agárrate que vienen curvas, sí, pocas figuras tan polémicas como Santiago Carrillo, el hombre de las mil versiones, odiado hasta decir basta. Que me registren, personalmente, con él, la relación de puta madre. Vivía en la calle Reyes Magos, muy cerca de El Retiro. Con una mujer guapa, Carmen y unos hijos de esmerada educación, impecables, estudiaron en el Liceo Francés y, sorpresa, sabían utilizar la pala del pescado, cosa que tengo que reprochar a tantos ministros, jefes de Estado qué en hoteles como el Ritz lo hacían con el cuchillo qué, encima, se llevaban a la boca. Carrillo, irónico, socarrón, chulesco, cercano, familiar, ocurrente, natural, sin complejos, desataba la carcajada más absoluta. "Soy cotilla, sigo todos los programas del corazón. Mujeriego toda la vida, me gustan todas, hasta las lesbianas". Del Rey Emérito hablaba maravillas, mantenían estrecha relación, en el mundo real y al teléfono. Simpatía mutua. Con Adolfo Suárez, igual. Destacaba y defendía la importancia de mantener la monarquía contra viento y marea. "Es una institución fundamental, jamás voy a apoyar una república, es ir hacia atrás". Dos veces me senté a la mesa con su familia y fui feliz como una perdiz. Me sentía como en mi propia casa. Carmen me confesaba: "Qué vicio tiene con el teléfono, horas y horas, desde por la mañana. Hemos puesto candado varias veces, no hay manera, qué locura". Santiago Carrillo salía a la calle lo indispensable debido a su salud delicada en los últimos años, pero seguía en el mundo atento a todos los cambios, reciclándose, satisfecho con la vida. Cuándo me llamaba por teléfono: "Aló, aló, Radio Macuto, soy Santiago, tengo novedades, no me grabes, eh". Y ahí salía a la palestra de todo: amantes, bolleras, maricones, matrimonios de cortina, hijos extramaritales, lo que no se publica ni sale en televisión, para entendernos. Todo cierto, de pé a pá. "Sí te gustan los chistes de pedos tengo unos cuantos". Morbo total,  meado de la risa en mi butaca. Qué momentazos, señoras y señores, que placer, que maravilla. Haber escrito ésto no me causa conflicto alguno, ni voto ni tengo ideologías, así que, a mí plín, no soy de Marín.

Imagen: Santiago Carrillo/Trino Garriga Abreu, 1989/Teatenerife.es




  

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