Pepita de Canalejas

 No la conocí. Margarita Landi me habló mucho de ella en su casa de Madrid. Solíamos ir juntos a La Mallorquina a desayunar. Intimamos en la primera mirada, hablábamos desde los silencios. Sentí muchísimo su muerte, son de esas pérdidas qué te dejan sin mecanismos de defensa. Pepita de Canalejas acudía a las 12:12 a Los Caracoles, una taberna castiza inaugurada en 1942 especializada en casquería, callos, morcilla, torreznos, junto al Rastro, en la Plaza de Cascorro número 18. Voy a omitir detalles familiares sobre Pepita por indicación de Landi, qué así me lo pidió en su día. Simplemente destacar las enormes cualidades de la mujer de Canalejas, qué fue espía y colaboró con Scotland Yard, la policía metropolitana de Londres. Con una vida aparentemente normal, discreta, lineal, de costumbres, había aprendido del disfraz de camaleón especializándose en asesinos múltiples, la bestia negra en criminología, el psicópata de manual. Aparte de un radar, ojo clínico, a Pepita le acompañaba una peculiaridad qué la psicología clínica estudió aunque no en profundidad: la captación de energías claramente identificadas por colores. Paseando por las calles, a su cerebro le inundaba una masa roja en la cabeza acompañada de un sonido en el oído. Aquél color añadido a ese pitido molesto, desagradable, qué llegaba a paralizarla, lo seguía hasta dónde le llevara, un edificio, local, callejón, párking, lo qué fuera. Así podía identificar sobre la marcha al sujeto -hombre o mujer- al qué investigaba con enorme sagacidad durante días, semanas, meses, años, hasta su detención. Así trabajaba la de Canalejas. Hice alusión anteriormente al 12:12 porqué tanto la numerología como la astronomía, la posición de los astros, sus movimientos, fueron herramientas qué conocía de manera magistral. En el caso de Los Caracoles, hoy qué sé un poco más del tema se podría sumar también 1942 y el número 18. Pero ésto ya es una versión libre, quizá ni tenga interés. Tuvo ofertas editoriales, con contratos blindados, por su propia seguridad y publicar bajo pseudónimos diversos qué nunca aceptó, siempre rechazó. No le interesó ninguna, a pesar de las cifras de dinero qué le acompañaran. Pepita disfrutaba desde el anonimato y la invisibilidad. Conocedora de esas grandes virtudes naturales, recalcaba: "Ni péndulos, cartomancia, bola de cristal, hacia dentro, todo nos ha sido prestado, hacia dentro". Puedo escribirlo literalmente y recupero la frase de mi agenda. Así se las gastaba la de Canalejas.

Imagen: Casa Amadeo/unbuendiaenmadrid.com



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