Paquita La Dorá

 Paquita La Dorá fue una modistilla de Lavapiés. Hacía arreglos a toreros, folclóricas, magos y algún humorista. La gente del mundillo periodístico qué ha ido subiendo la negarán, te dirán qué no la conocen de nada. Lo cierto es que, muchos domingos, en aquél chalet de Majadahonda, con España regando el jardín, Paco Umbral la recordaba con cariño. El mote obedecía a qué presumía de estar emparentada con la Bella Dorita, hecho que nadie comprobó. Pequeña, huesuda, ágil cómo una lombriz, de rostro tallado a cincel, recordaba a la grandísima e inimitable Carmen Amaya, La Capitana. Tuvo un hijo de soltera, Angelito, las malas lenguas apuntaban a un empresario de teatro, y no le bastó el baúl de la Piquer, se tiró a los bajos fondos para llenar la barriga con garbanzos. Chivateaba a la policía con asuntillos de poca monta y a su casa se acercaban los gitanos canasteros, cantaores, guitarristas, en busca de hachís ya después en La Latina. Los periodistas de El Caso acudían con frecuencia a visitarla. Pagaban con monedillas, algún paquete de arroz, judías, café y ella tan contenta y feliz. Siempre respetó a la prensa. Contaba anécdotas entre cajas, en los camerinos. Celia Gámez la sentaba a la mesa, a ella y su hijo, por Navidad. "Venga, a ver si te sirve ésta telilla, éste trapito, éste sombrero". Y Paquita La Dorá tocaba los palillos por bulerías. Sí, lo sé, ya no ocurren éstas cosas, antes sí. Por eso he querido hacerle este homenaje a éste personaje tan querido en Madrid.

Imagen: La Bella Dorita/Todocoleccion.net



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