Mariano Rajoy

 No podía dejar en el tintero a La Trotona de Pontevedra: "Los españoles son muy españoles, muchos españoles". Y los bantúes se quedaron orinando. Tuvimos pandillas comunes en aquellos años de Compostela, donde cursábamos Medicina, Derecho, Psicología, de ahí salieron estos barros que no lodos. El año que quedaría Rajoy lo supe diez años antes, sí, me importa un cohiba que no lo crean. En política se diseñan las plataformas de futuros candidatos de esta manera, sin bola de cristal. Qué pena que tenga que morderme la lengua, nobleza obliga. Siempre fue un zorro astuto pero que se la traía al pairo, ríanse del tonto de la piruleta. El cinismo abre puertas, el talento nunca. Aparte de altura, cierta socarronería, la pesadilla de Aznar que nunca aceptó su nombramiento y se lo tuvo que comer con patatas, sobre su cabeza, cómo Dios, ya estaba decidido. Hay cosas que no se discuten. Esos viajes a Cuba a hurtadillas, los desayunos en el Hostal de los Reyes Católicos, en A Coruña en ambientes distendidos, bien acompañado. Un pasota de la vida que supo jugar sus cartas. A la derecha -grandes fortunas-, la enriqueció de tal manera que las fallas de Valencia se quedan en cuatro pedos. Patentó las ruedas de prensa por plasma, vamos, un precursor de los viajes espaciales, no me digan. Y si le hubieran dejado más tiempo acabamos teletransportados al país de nunca jamás, fijo. El Borbón estaba encantado, qué divino, sí, como la tinta de los calamares era bien sabido en Madrid, y no contento con esto, con Pedro Sánchez amor a primera vista por las dos bandas. Yo hubiera preferido, ya puestos, a Soraya Sáenz de Santamaría, por aquello de que donde se ponga a una mujer que se quite lo demás, son más estimulantes, creativas, dialogantes. Pero en este país de "dame pan y circo" la propia derecha, el partido, puso el grito en el cielo cuando se sugirió primero a Isabel Tocino, después a Loyola de Palacio para la Presidencia de Gobierno. Nunca se entendió con Esperanza Aguirre, demasiado carisma en una sola pieza -se llama envidia-, la temía, ni en pintura la quería. Siempre lamentaré aquel gusto por los teñidos capilares que perdió debido al cargo, supongo. Se ríe de los peces de colores dicen las malas lenguas de doble filo, porque a joder, lo que se dice joder, sólo le superó Gallardón y le cortaron la cuerda a tiempo. Para esa legión de admiradores y detractores, únicamente decirles, para que duerman tranquilos, a gusto, sin quebraderos de cabeza, que sus deposiciones, a día de hoy, no son blandas, líquidas, oscuras, blancas o con moco. Son de gallego a ritmo de muñeira, con solera, que nunca le falta una gaita que soplar y que los percebes le sientan de maravilla.

Imagen: M. Rajoy/ Biografíasyvidas.com



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