Julio Anguita

 Hoy hubiera cumplido 79 años, señor Anguita y eso lo sabe. Lleva bien las cuentas, de matemáticas y rosarios. Julio Anguita buscaba una casa a las afueras de Madrid, así nos conocimos, a través de un amigo común, un exministro. De Anguita se sabe todo, o casi todo, cómo en todo. Pero a mí me confesó algo que nunca se publicó. A su hijo lo habían asesinado para retirarlo de la política. A través de la CIA y el gobierno español. Una operación calibrada, muy refinada. Un ser humano con una dignidad que rompe cualquier pana. La coherencia de Julio Anguita ya es histórica. Ni siquiera ésto sus mayores enemigos, detractores, ponen en duda, incluso aplauden por aquello de "al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". La mirada de Anguita no confunde a nadie, es rotunda. No se anda por las ramas, sentencia. Guillotina pura, cómo su oratoria ejemplar, culta, con enorme formación, pasión y verdad. Una persona de tales características resulta molesta, incómoda, porqué no pasa desapercibida. Jamás cambió la chaqueta, aceptó las consecuencias. Básicamente, era un hombre bueno, magnífico, brillante. Un ser civilizado en medio de una jauría llamada España. Seamos honestos, admitámoslo. Encontró el amor tardío después de tantos años, lo celebré. Ese espacio sensitivo al lado de su mujer, faro de esperanza y dulce remanso. Un rayo de luz después de tanto esfuerzo, sacrificio, renuncia, era un estoico, en toda la extensión de la palabra. Ah, me olvidaba. Sobre Podemos y Alberto Garzón: "Una gran decepción, pero que no salga de ésta camilla, hasta al más astuto de los lobos se la meten". Y para rematar, ya puestos, el primer político qué habló y escribió sobre el Nuevo Orden Mundial. Así los tenía de grandes, los cojones.

Imagen: Julio Anguita/naiz.eus



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