Jesús Quintero

 El loco de la colina, el mejor comunicador de todos los tiempos, silencios, misterios, distancias cortas y volúmenes. El dominio de voz, imagen y sentimientos. Dichos a bocajarro, de corazón, estudiados o no, se lleva el premio, la gloria, a pesar de haber caído en el olvido y la desgracia. Jesús Quintero siempre será inmortal, por su cerbatana, excentricidad, único, intransferible. Hay que nacer, tener madera, y él lo hizo bajo el manto de los poetas, sobre una estrella, la más grande, resplandeciente, quieras o no. Es un periodista de raza, todoterreno, no vale para las finanzas aunque su imagen, programas, pasarán a la historia, en la radio, en la caja tonta, facturando millones de las antiguas pesetas, después en euros. Nunca nos conocimos personalmente, pero tuve una novia que le dio calabazas en tiempos de juventud y algo madurito ya quiso intentarlo de nuevo, siempre con un no por respuesta. Doblemente rechazado, no perdió jamás ese espíritu rebelde, original, auténtico, que no se aprende en ninguna facultad, es de nacimiento. Jesús Quintero me leía, lo supe por Javier Sardá, más tarde me lo corroboró Luis María Ansón. El loco de la colina me leía, en mi asombro y admiración por él, me leía, qué milagro. El Quintero de San Juan del Puerto nacido en 1940, atemporal, inquieto, morboso, soñador, vividor, con el mar de Huelva a sus costillas, el aroma de la playa en la palabra, viajero de infinitos sin montera, este andaluz seductor, universal, con voz de madrugada, llegaba como los ladrones reptando por las ventanas de colegios mayores en Compostela, donde aguardábamos silenciosos, expectantes, la sintonía que daba paso al programa. Qué delicia, qué recuerdos, qué satisfacción poder decir que nos representó a más de una generación, sí, a todas aquellas ovejas negras de la familia, perdedores, melancólicos, idealistas, románticos, desertores, exiliados, buscadores también de utopías. Nos mostró que era posible hacerlo todo de otra manera, salpicando críticas, audiencias, polémicas, da lo mismo, se lo cargó, lo llevó como estigma de quien se sabe maldito y bendecido a la vez. Jesús Quintero, las reglas están para romperlas y a veces, lentamente, te alejas sin ruidos, despedidas, aprovechando la fuerza del viento, desnudo, sin nada, como el propio nacimiento. Porque amar es eso, vivir dos veces una misma vida.

Imagen: Jesús Quintero/Merca2.es




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