Esperanza Aguirre

En la calle Jesús del Valle, Malasaña, no puede ser de otra manera, vive Esperanza Aguirre, castiza por los cuatro costados, cachonda sin parangón, la domadora de fieras, he visto mujeres lanzando sujetadores, comiéndole las piernas, tal es la locura que ha suscitado en sus mejores años de activismo político. Lo de la Espe no tiene nombre. Tanto coge un mantón de Manila, como aparca donde le sale del moño y encima te dice "qué tengo prisa". Sí, soy otro perro cautivado por su resplandor cegador. Si ha metido o no mano en la caja me importa tres pitos, es un personaje trasgresor de tomo y lomo, lo lleva en la sangre. Inteligente, culta, habla por lo menos el inglés y francés como encaje de bolillos y sabe utilizar la pala del pescado y los palillos. Íbamos al Mercado San Miguel a por chirimoyas, unos bocatas en El Submarino, chocolate con churros en San Ginés y por la calle un suplicio. Saben aquel que dice, como Esperanza Macarena por Sevilla, así la locura desatada, enardecida, algo inaudito que te dejaba los ojos como huevos fritos con volantes, era el paso de Esperanza Aguirre por las calles de Madrid. Sin mal gesto, dando manos, besos, pies, lo que fuera. Digno de una estrella de cine. También le gustaba frecuentar La Bola, El Abuelo, el vermú de tirada, bien fresquito, por la zona de los Austrias. Solía visitar a un viejo amigo, Jorge Ontiveros, galerista, acudía a cenar a su casa con más gente del mundo de la cultura, en la calle Gurtubay. Iba a los almacenes Sepu a por medias, unos manteles, lo que fuera y después al Chócala que fue de Tip y Coll, enfrente al Palacio de Correos, subiendo hacia El Retiro. Decenas, centenares de anécdotas podría ilustrar de esta mujer. Unos la escupirían a la cara, otros la sacarían a hombros de Las Ventas. El Libro del Retrete dice: "no votes a nadie, ninguno es el tuyo, los políticos no son de nadie, son suyos, siempre, suyos y del capital".

Imagen: Esperanza Aguirre/Menorca.info





Entradas populares