El periodismo

 TVE fue durante mucho tiempo mi segunda casa. Luego vinieron Antena 3, Tele5, prensa escrita toda, a excepción de Pedro J. Ramírez, con el que nunca trabajé. Desde cultura, política y corazón, comencé a entrar en las casas de ministros, exjefes y jefes de Estado, empresarios, artistas, escritores y demás fauna con pedigree. Desayunaba, comía, en el Ritz, Palace, estrictamente por motivos de trabajo, Círculo de Bellas Artes y los jueves asistía por invitación a las discotecas de moda, donde diversos personajes del mundo de la farándula celebraban cumpleaños o la presentación de algún libro. Los conocí a todos en las distancias cortas, entre cuatro paredes y mirándonos fijamente. Siempre existieron dos bestias negras intocables: la monarquía y la Iglesia. Y todo aquel material gráfico, desparramado sobre la mesa, acababa en un cajón, al igual que tantos secretos de Estado que, a día de hoy, son sólo rumores, a veces acertados, otros alejados de la realidad, que dejarían al conjunto de españoles tan conmocionados como han podido ser los juicios de Núremberg, por poner un ejemplo. Ésto es extensible a cualquier país del mundo. Y ya puede caer cualquier régimen, gobierno, o un sistema entero de sociedad, jamás serán publicados, porqué hay un pacto que así lo obliga.

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