Cristina Peri Rossi

Cristina Peri Rossi aspiraba a ser futbolista, amaba el fútbol y se le daba de vicio, algo que no era bien visto por la familia en una mujer. Así que por descarte, lo siguiente era elegir entre escritora, bióloga o pianista. Decidió la pluma, afortunadamente. A unos pocos metros del estadio de Barcelona vivió muchos años. Solíamos quedar en Madrid en los baretos cerca del Retiro dónde daban buenos vinos, Riojas, preferentemente y alguna vez en las proximidades de Círculo de Lectores. Con la muerte de Maradona, recuerdo un suceso a colación. El jugador había publicado unas memorias, escritas por un negro para estos casos, con gran tirón de ventas como era de esperar . "Ganarle a Maradona no entraba en mis proyectos ni aspiraciones. Pero, en Montevideo, para mi asombro, El amor es una droga dura figuraba número uno en lista de ventas y el de Maradona de tercero. En estas economías liberales donde todo se vende, especialmente el mal gusto, la chabacanería, el sensacionalismo; donde lo único que importa es la imagen -parecer y no ser-, ganarle a Maradona es ganarle al sistema que, en materia de ediciones, consiste en publicarlo todo con la mayor frivolidad del mundo, inventándose genios, talentos y escritores inexistentes. O empleando el éxito en el periodismo, la televisión, para lanzar libros de leer y tirar". El fútbol ya no le atraía. No era de ningún equipo. Pasaba ampliamente del tema. "Se han convertido en empresas multimillonarias dirigidas a golpe de talón bancario, que especulan con los sentimientos nacionalistas, localistas de los aficionados, que necesitan adherirse a algo; ganamos o perdemos en un proceso de identificación por el que siento una repugnancia instintiva". De niña, en Montevideo, sus abuelos la acercaban al estadio en un Dodge color gris. "Esos recuerdos son hermosos, pero acabé en el mejor equipo, la mejor de las militancias, el amor, tan importante como el vino que sujetan éstas manos, el cigarrillo que llevarme a la boca o la propia conversación". No echaba de menos patria alguna, recordaba Francia, Alemania y residía a gusto en España con doble nacionalidad. "Todo es exilio aunque no lo queramos admitir. El viaje no acaba nunca". Recuerdo que mirábamos los autobuses, las caras de la gente, como quien repasa las hojas de un libro, a gusto, sin prisas. Nuestros encuentros discurrían así, en delicada armonía, sin tropiezos. Supongo que ésta noche sentirá cierto desvelo por la figura dramática de Diego Armando Maradona, fallecido por un paro cardíaco a los sesenta años, que llegó a tocar la gloria para bajar a los infiernos. No siempre los finales son felices.

Imagen: Peri Rossi/ Wikipedia



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