Ana María Matute

 La visitaba con frecuencia en una época en qué paralelamente también lo hacía con Paco Umbral y España, los domingos, en el chalet de Majadahonda. Los recaditos de Umbral a La Matute iban envueltos en pólvora: "Dile que siempre la quise, secretamente, dale recuerdos". "Ni me lo menciones, sinvergüenza, me odió toda la vida por criticar al franquismo, lameculos". Así respondía ella al escritor, con ese aire inocente, fresco, que con nostalgia me transportaba a la niñez. Era un encanto. La miraba enfundado en ese respeto de tener delante, con una taza de café en la mano, a una de las mejores novelistas de la posguerra española. Sacaba a colación Mansilla de la Sierra, el pueblo riojano de sus abuelos que sabido es la marcó enormemente. Pero también era una mujer moderna, preocupada por la globalización, por la ecología, el sentido de la vida, el IVA en los libros y tantas cosas más. Nunca encontré vanidad, soberbia, egocentrismo en el retrato de Ana María, y ésto me reconfortaba, me fiaba, sí, de aquella dulzura mezclada con genio, arranque. Tenía más motivos que nadie para ser exigente con la raza humana. Con once años, la guerra civil española. Su obra Luciérnagas queda semifinalista en 1949 con el Premio Nadal y no se la publican por censura hasta mucho tiempo después. Se separa con un único hijo de su primer matrimonio en 1963 y la custodia es del marido. Y no se crean, cómo siempre, tuvo envidias de sus compañeros y puñaladas traperas, a pesar de tener asiento, el asiento K, como Miembro de la Real Academia. Sus libros traducidos a más de 23 idiomas, Miembro Honorario de la Sociedad Hispánica de América, como profesora de universidad viajaba con frecuencia a EE.UU dando conferencias casada ésta vez con el empresario francés Julio Brocard. Qué fallece el 26 de julio de 1990, el día del cumpleaños de la escritora."Para que luego me digan pesimista, menudas cornadas tiene la vida, bocadillos de depresión a tutiplén". Se ha publicado de Ana María sobre sus innumerables estados depresivos por motivos reales, yo siempre la encontré vital, serena y ya, muchos años después, en la Casa de América, en la terraza, un poco cargada, "me pasé con las pastillas", me confesó haciendo un guiño en tono jocoso, casi de burla. "No reniego de la palabra feminista, soy mujer, y feminista. Soy coqueta, adoro gustar, vieja como un carcamal me siento una muchacha de instituto. No es ningún pecado, es una proeza ante un mundo que agoniza por la globalización, el egocentrismo, la falta de empatía. Sigo soñando, faltaría más, qué se joda el que no sepa". Untaba la mantequilla en la tostada. "Qué te parece mi gorro, así ladeado, interesante, dime..." La muerte le llegó de puntillas escribiendo "Demonios familiares", un manuscrito inacabado, de ciento ochenta y dos páginas, publicado por Destino ese mismo año, 2014. 

Imagen: Matute/Diariosur.es




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